miércoles, 26 de marzo de 2008

Los intrusos

Varias hileras de pupitres se extendían por el aula; Iván caminó hasta el suyo y se sentó.

El griterío fue apagándose poco a poco, y el profesor comenzó a explicar la lección.

Iván, con la mirada perdida, dibujaba pequeños soldados en su hoja de papel, apuntando con sus armas hacia ninguna parte.

Sin tener conciencia del tiempo, las clases terminaron. Iván se dirigió de vuelta a su casa, a paso rápido.

Algunos niños correteaban en el camino, encaminándose con tranquilidad hacia la escuela. Lo miraban con insistencia, pero Iván mantenía los ojos bajos, intentando pasar desapercibido.

Él nunca jugaba en la calle, ni ninguno de sus amigos. Bajo la mirada de atentos militares, en el patio del colegio, fantaseaban con jugar hasta la noche, delante de sus portales.

Días antes, una compañera había sido agredida mientras se divertía en el patio de su casa. Ya ningún sitio era seguro.


Temor y rabia luchaban en su interior. Preguntas difusas se hacinaron hasta reducirse a una: ¿Por qué tanto odio entre albaneses y serbios?

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