miércoles, 5 de marzo de 2008

Aquellos maravillosos años

Por las noches sentía pasar las horas sin poder dormir. Era ya tarde cuando veía encenderse la luz al otro lado del pasillo; mi padre se levantaba, iba al baño y salía completamente vestido. “¿Adónde vas, papá?”, “A trabajar; y vuelve a la cama, que es muy tarde”.


Al llegar la mañana, dejaba sonar el despertador hasta que venía mi madre y lo apagaba. “Levanta, que vas a llegar tarde al colegio”. Me dejaba arrastrar hasta la ducha y luego bajaba a desayunar. Después me llevaba en coche a la escuela; quería contarle muchas cosas, pero nunca decíamos nada. “Pásalo bien”; “sí”.


Cuando volvía de clase me quedaba en la cocina, mirando los libros. Mi madre corría de un lado para otro recogiendo cosas. Más tarde, venía a preguntarme la lección; a veces le decía la del día anterior, pero ella no se enteraba. Cenábamos juntas. Yo la miraba, ella me sonreía. Después me llevaba a la cama.


Más tarde llegaba mi padre. Se acercaba a mi habitación y yo cerraba los ojos. “Si está dormida no la despiertes”. Mi padre se volvía en silencio. Luego se daban las buenas noches y mi madre se iba a la habitación de al lado.


Mi padre se alejaba por el pasillo y cerraba la puerta del salón.

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