viernes, 14 de marzo de 2008

La eterna excusa

La albóndiga cayó del plato y rebotó sobre el suelo. Todos nos quedamos mirando aquella esfera de carne, que parecía vacilante sobre las resbaladizas baldosas. Por fin, tras varios segundos de expectación, mi madre alargó la mano desde el otro lado de la mesa y la tiró a la basura.

Terminamos la comida. Mi hermano se levantó y salió de la cocina, mientras mi madre y yo recogíamos y metíamos los platos en el lavavajillas.

- ¿Vas a estudiar ahora?

- Dentro de un rato – contestó mi hermano.

Al terminar, entré en el salón. Mi hermano miraba la televisión tumbado en el sofá. Intenté encontrar un hueco en vano, y me fui a mi habitación.

Mientras escuchaba algo de música, mi hermano abrió la puerta.

- ¿Qué haces? Estoy aburrido.

Luego salió, y al cabo de un rato lo escuché caminar hacia la entrada. Mi madre lo perseguía por toda la casa:

- Pero, ¿cuándo vas a estudiar?

- No sé, ahora estoy ocupado.

- ¡Siempre con excusas!

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