miércoles, 10 de diciembre de 2008

Ironis

¡Aleluya! fue la última palabra que escuchó Temptatius antes de salir cabizbajo por la puerta. Tuvo que soportar aún algunos apretones de manos desconocidas que pretendían aliviar su pesadumbre y reconfortarlo. Todavía ostentaba la placa de los 15 meses en su pecho desnudo.
Consiguió alcanzar la puerta de su despacho y la cerró lentamente tras de sí. Contempló con nostalgia la mesa de estilo gótico que presidía la sala y el sillón de orejas que se elevaba tras ella, todo envuelto en aquel vivo color escarlata. Sobre la mesa, una bombilla granate parecía dormir desde hacía mucho tiempo; el polvo se había acumulado sobre ella en algunas formas estrambóticas. Temptatius se acercó y le pasó la mano por encima para quitarle el polvo; luego se agachó y miró extrañado el interior de la bombilla, donde una pequeña luz parecía dudar antes de encenderse completamente. Temptatius dio un respingo, mientras una pequeña sonrisa iba cubriendo sus horrorosas facciones. Sin embargo, al volver a mirar hacia abajo, sus ojos tropezaron con la placa que cubría su pecho y leyó su inscripción con impotencia: “15 MESES SIN DEMONIZAR”.
Se dejó caer sobre el sillón y se cubrió el rostro con las manos. Miraba horrorizado la bombilla, que ahora lucía provocadora, entre las rendijas de sus dedos. “No puede ser, es imposible”, murmuró entre dientes; pero aquella luz desafiaba todas sus posibilidades. “Es injusto”, gimoteó; “es... es...”. De pronto, enfurecido, se levantó de su asiento, empujó la puerta del despacho y recorrió el largo pasillo hasta que encontró la puerta que buscaba. “Ironis”, rezaba el rótulo. “Sí, eso tiene que ser”, confirmó Temptatius. “El único demonio que todavía necesita secretaria para cumplir los plazos”.
Y Temptatius abrió la puerta para enfrentarse a él.

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