“¿Cuándo vas a terminar ese maldito libro?”, preguntabas. Yo agachaba la cabeza mientras rezaba para que tu mirada no encontrara la respuesta en mi rostro; y esperaba paciente a que terminara la crisis para volver a refugiarme en mi obra. ¡Si lo hubiera sabido, Marta! ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Cómo podía saber que el término de mi novela sería también el tuyo? Aquí te la dejo, Marta, encima de tu sepultura. Que el azar decida su destino. Ya no quiero publicarla.
Sentí en el teatro, una vez más,
Hace 11 años
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