domingo, 18 de mayo de 2008

Concurso Cadena Ser

- Entonces, ¿cómo podemos saber que esto no es un sueño?- decía Ana.

“Buena pregunta”, quise contestar; pero me mordí la lengua y seguí caminando. Observé el horizonte, a lo lejos, donde el sendero de arena roja se perdía en el infinito. Mis pies se movían por inercia, ya había perdido el dominio sobre ellos.

Otro chasquido, un dolor afilado en la espalda, una voz cavernosa que gritaba: “¡Seguid caminando!”; “¿Hacia dónde?”, “¡Adelante, siempre adelante!”. Me apresuré a seguir sus órdenes, sabía lo que ocurriría si osaba desobedecer.

Un sueño... Sí, uno del que no despertaré.

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- Entonces, ¿cómo podemos saber que esto no es un sueño?- decía Ana.

El eco de sus palabras se repetía sin descanso. Delante de mí, con la cabeza levantada, Ana esperaba impaciente mi respuesta. Miré sus pies, embutidos en unas medias color canela y unos zapatos carmesí. Su vestido blanco pronto se confundió con la niebla.

Levanté la cabeza. Ahí seguía Ana, esperando.

- ¿Un sueño, Ana? - le dije antes de besarla-. Si lo es, no quiero despertar.

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- Entonces, ¿cómo podemos saber que esto no es un sueño?- decía Ana.

- No lo sé. Supongo que... si no puedes recordar cómo has llegado hasta aquí...

- ¿Hasta aquí?- repetía Ana mirándome atentamente, como si en mi cara estuvieran grabadas todas las respuestas.

- ¿Qué hiciste esta mañana?- me decidí a preguntar.

- Me levanté, desayuné un café, fui al baño a ducharme...

Asaltado por una idea, la interrumpí triunfante: “Dicen que en los sueños no sientes dolor”.

Ana me miró boquiabierta.

- Bueno, entonces creo que ha llegado el momento.

Tras unos segundos, imagino que para crear efecto, continuó:

- Lo siento, Miguel, pero lo nuestro no funciona.

El dolor fue tan intenso que me caí de la cama.

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- Entonces, ¿cómo podemos saber que esto no es un sueño?- decía Ana, mientras sus ojos negros se alejaban en la distancia.

- Si fuera un sueño, su ignorancia la despertaría – contestó el profesor. Sus compañeros estallaron en carcajadas. Ana se escondió más entre sus libros, haciéndose invisible unos instantes.

Las luces se apagaron, y la oscuridad lo invadió todo. El silencio se impuso sobre todos los sonidos.

De nuevo la luz, el griterío de estudiantes. Ana detrás de sus libros, sus ojos negros dominando la clase. La misma pregunta, la misma respuesta. La vi desaparecer ante mí, un momento antes de que todo se volviera nada.

Por fin entiendo los ojos de Ana.

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