“¿Son todos para mí?”, preguntó al ver las paredes totalmente cubiertas libros. “Todos los que puedas llevarte”, respondió alguien detrás de él. Un rápido vistazo a la estancia le descubrió unas cajas vacías en la esquina. Cogió una y la llenó raudo con los libros que encontró más a mano. Cuando estaba a punto de alcanzar la puerta, se le nubló la vista y su respiración se hizo entrecortada. Se despertó preso de una crisis neviosa, sosteniendo con fuerza un libro en sus manos.
Sentí en el teatro, una vez más,
Hace 11 años
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