miércoles, 3 de junio de 2009

La Página Blanca

- ¡Hasta luego, profesor! - se despidieron los alumnos.

Miguel hizo una señal con la cabeza y caminó apresuradamente hacia su despacho. Cerró la puerta con llave tras de sí, inspeccionó todos los rincones y, cuando por fin se aseguró de que estaba solo, encendió tímidamente la lamparilla de la mesa y se sentó en el sillón. Abrió con cuidado el cajón inferior del escritorio y rebuscó por debajo de un paquete de folios en blanco hasta que encontró una hoja de periódico:

“Extraña muerte de un estudiante de Glasgow”, rezaba un pequeño titular al final de la página; “El joven W. P. falleció el pasado domingo a las 3 p.m. Fue encontrado por un familiar en su dormitorio, con un libro en las manos; algunos amigos aseguran que lo había comprado el día anterior a raíz de una extraño rumor, que se ha ido extendiendo por el campus a lo largo del día, acerca de un libro con una página en blanco. Hasta el momento se desconoce la causa de su muerte”.

Miguel había esperado aquel momento desde hacía años. Como profesor de Parapsicología, conocía aquel rumor y lo había estudiado con interés durante mucho tiempo. ¡El “Libro de la Página Blanca”!, recordó; uno de los libros más misteriosos que existen. En cualquier otro momento podrás leerlo y no sucederá nada, no llegarás a apreciar su valor. Pero si lo lees el tercer martes después de la Luna Llena, a una hora determinada... Volvió a leer el recorte con avidez: ¡Las tres de la tarde! Cerró los ojos complacido y se durmió sobre la mesa.

Cuando se despertó, comprobó el calendario con manos temblorosas y se dirigió a la librería. Encontró fácilmente el libro que buscaba; era muy conocido. Miguel se sonrió: ¡Si la gente supiera...!, pensó, ¡Si tan sólo supiera buscar la página...!

Con el libro ya en sus manos, volvió a su despacho. Cerró de nuevo la puerta con llave. Se sentó en el sillón y encendió la lámpara, que iluminó tenuemente la cubierta del libro. Lo acarició con los dedos, ¡por fin!, miró el calendario, hoy es el día, y comprobó la hora: Ya falta poco.

Comenzó la lectura, ojeando cada poco el reloj, observando cómo pasaban los segundos, los minutos, las horas.

A las 2:58 p.m. comenzó a buscar con los dedos sudorosos la tan ansiada página. A las 2:59 p.m., revolvió el libro de adelante atrás, de atrás adelante, pero la página se hacía esperar. A las 3:00 p.m. el libro cayó de sus manos, abriéndose en una pagina aleatoria, llena de líneas y párrafos.

A las 3:01 p.m., los ojos muertos de Miguel se inundaron con las palabras de la página, ahora en blanco, que estaba abierta frente a él.

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